lunes, 4 de febrero de 2008

Hacia donde va el Feminismo. Por Victoria Sau.

Los estudios de las mujeres, la investigación feminista en todas las disciplinas, son una realidad que se ha consolidado en el seno de las universidades.
Los cambios en las costumbres se van sucediendo: distribución del trabajo doméstico, aumento en puestos de trabajo de responsabilidad y presencia en los estudios superiores, son algunos ejemplos en el área occidental. Pero, ¿eso es todo?

El feminismo es un movimiento social y político que tiene un proyecto de sociedad diferente de la patriarcal. La gestión unilateral del mundo por parte de uno solo de los dos representantes de la especie humana toca a su fin.

Este es un proceso que se articula en tres fases:
Primera, la descripción sistematizada de todos aquellos fenómenos económicos, socioculturales, políticos, religiosos- que son objeto de interés en este sentido.

Segunda, la denuncia del sexismo puro y duro, así como la legítima reclamación de derechos inalienables de la persona, tales como la educación, el trabajo, la interrupción voluntaria del embarazo y otros semejantes.

Tercera, el cambio o transformación de las reglas del juego en aquellos aspectos en que el colectivo de las mujeres está, de una manera o de otra, según el lugar y la circunstancia, dominada, discriminada y/o explotada en base a su condición de género femenino (trabajos feminizados para poder ser mal pagados; acoso sexual en el trabajo; textos escolares que perpetúan mentiras y difamaciones ancestrales; publicidad tendenciosa o abiertamente ofensiva, etc.). El objetivo último es transformar hasta lograr un sistema tal de relaciones humanas, en todos los sentidos, que la jerarquización de los grupos, séanlo en razón del sexo, clase social, la etnia, la orientación sexual, etc., desaparezca de la estructura social.

El error o talón de Aquiles de la organización patriarcal es que no sólo jerarquizó las relaciones de sexo-género, sino que las hizo además vinculantes. Así pues, la supuesta superioridad masculina es real mientras tanto las mujeres acepten considerarse a sí mismas inferiores a los hombres.Para mantener ese vínculo, ellos contaron con el dominio, por la fuerza, de los contenidos culturales -sistema de representaciones- y la educación.
Pero si se abandona el rol vinculante, ellos quedan reducidos a su tamaño natural, y la superioridad se vuelve normalidad. Es decir, desaparece como seña de identidad de un sexo-género por comparación con el otro, en un sistema de valores no legitimado por toda la población sino sólo por aquella mitad que busca y encuentra en ello su propio beneficio.

La celebrada independencia viril, rasgo patriarcal de personalidad donde los haya, se desvanece cuando la dependencia económica y emocional que las mujeres han hecho del hombre como proveedor de todas las cosas buenas y/o significativas, diseñada culturalmente para ellas, se reconvierte en autonomía. Les ha sido muy fácil, además, a los independientes varones irse a las Cruzadas, montar expediciones para subir a las cumbres más altas del mundo, o alistarse voluntarios a las guerras más o menos próximas, mientras tenían constancia de dejar a sus espaldas una retaguardia de mujeres que aguardaban su regreso, que les criaban la prole, que cuidaban los parientes enfermos y enterraban a los muertos. Qué fácil llamarse independiente cuando una legión de prostitutas acompaña los ejércitos, cuando las mujeres de los vencidos son parte del botín de guerra, cuando un cuerpo de enfermeras cuida de sus heridas, cuando las novias y las esposas se avendrán al reencuentro a pesar de los deterioros que traigan en el cuerpo y en la mente. Qué fácil es alejarse cuando no es desvincularse, cuando el linaje continúa, cuando la propiedad permanece, cuando alguien -la madre, la hermana, la compañera- mantiene encendido el fuego del hogar; cuando sus
noticias, su carta, su retrato siguen siendo importantes para alguien.

Esta vinculación, que durante siglos ha perjudicado al sexo femenino y ha dejado en zona de penumbra las dependencias de los hombres, puede resultar un boomerang para ellos si las mujeres se salen de su lugar convencional, de su puesto de cariátides que sostienen el edificio pero no tienen parte decisoria en él.

Por su condición de grupo mayoritario -aunque el patriarcado le dé trato de minoría al someterlo a vejaciones semejantes a las de otros grupos minoritarios-, es obvio que la consecución de los fines propuestos por el ideario feminista supone el desmantelamiento de las estructuras patriarcales de la sociedad. Un edificio sólidamente construido -y el patriarcado lo es- no se transforma porque se cambien unos tornillos o haya que poner unas vigas, valga la metáfora. Pero si la mitad de las piezas deja de cumplir las funciones para las que fueron puestas allí o les cambia el significado, la estructura en cuestión pegará un salto cualitativo más que notable.

Más aún si se tiene en cuenta que esa mitad no está simplemente adosada a la otra sino interpenetrada con ella como acabamos de ver.

Las tres frases del proceso mencionadas al principio son correlativas, en
la realidad se simultanean, se superponen. El estado actual de la cuestión en cada tiempo y lugar, desde una visión global del fenómeno, así lo exige.
Los estudios de las mujeres, la investigación feminista en todas las
disciplinas -hay incluso "teólogas feministas"- son una realidad que se ha consolidado en el seno de las universidades. La batalla por los derechos no ceja, y ahí está la participación en las cuatro Conferencias Internacionales. Los cambios en las costumbres se van sucediendo: distribución del trabajo doméstico, aumento en puestos de trabajo de responsabilidad y presencia en los estudios superiores, son algunos ejemplos en el área occidental. Pero, ¿eso es todo?

En cualquiera de estas áreas se van dejando abiertas líneas de trabajo para el futuro, para varias generaciones de mujeres. Y no obstante da la impresión de que alguien haya puesto un stop a los propósitos del feminismo.

Es como si estudiando, reivindicando y modificando lo que de forma más directa e inmediata afecta a esta mitad de la humanidad, se olvidara que la otra mitad sigue gestionando el mundo en solitario y tomando a cada momento millares de decisiones que afectan a la totalidad del género humano así como al planeta Tierra en el que habita. Y decisiones patriarcales, por supuesto, además de por abuso de poder.

Las mujeres han realizado auditorías -valga la expresión- a instituciones tales como la familia, la educación, el trabajo, las religiones, la sexualidad. Líneas de trabajo abiertas, insisto, pero que si no van más allá podrían quedar en reformas de lo dado. Porque hay otras auditorías pendientes que no se mencionan: al Fondo Monetario Internacional, a la Organización Internacional del Trabajo, a la Trilateral, a la gran Banca, a las altas Finanzas, a la Industria, a la Ciencia, a la Economía de mercado, a la Guerra, a los Medios de Comunicación -y no por un quítame allá ese anuncio- , a las Leyes Internacionales de Extranjería, a la Conferencia Iberoamericana, al sistema penitenciario mundial, a la Comunidad (Económica) Europea, a la propiedad privada...

Mientras una parte del feminismo se pregunta, individual y cómodamente recostada en el diván, "¿quién soy yo?", y otra parte busca afanosamente la referencia necesaria para una nota a pie de página que acredite como fiable su trabajo, y otra se lanza a la diversidad sexual para demostrar -todavía hay que demostrar- que se es libre (pero sigue sufriendo de mal de amor, porque cambian ellas pero no ellos), y otra aún "se moja" apuntándose a la política activa, he aquí que el mundo revienta de pobreza: millones de criaturas, nacidas de mujer, se asoman a un modelo de sociedad que les reserva una cuna de espinas; las pruebas nucleares dejan su huella de muerte en la tierra para dos mil quinientos años; las guerras siembran el odio que garantiza su continuación una generación más adelante; hay que mendigar el trabajo; la inteligencia se frena con la falta de oportunidades...

¿Tiene el feminismo al menos el borrador preparado para esto y más, más allá de grupos, corrientes e individualidades? ¿Aumenta lo suficiente el número de mujeres concienciadas? ¿Hay sucesoras bastantes para la continuidad del proceso en marcha? ¿Se ha pensado en las estrategias necesarias para hacer frente a la esperada reacción?

Conclusión: desvincularse del modelo de sociedad patriarcal en todos y
cada uno de los puntos necesarios y presentar al mismo tiempo una alternativa de futuro. Las mujeres pueden hacerlo. Hace falta que también lo quieran.

1 comentario:

Cristian dijo...

Esta bueno aprovechar nuestro tiempo en internet para aprender acerca de nuevas cuestiones sobre la sociedad y el tema del feminismo. Ojala que pueda obtener con Lan Argentina la chance de viajar a otro lugar para entender como opina la gente de diferente parte del país